lunes, 2 de noviembre de 2015

Las botas del pagazale

Hace ya bastantes años que nos dejó, y tampoco hay un motivo concreto para traer hoy este recuerdo, pero ahí está.

Desde muy pequeño mis padres me llevaban al Paga y sus alrededores. A veces íbamos andando desde casa, por el Peñaskal, otras por La Peña y Bolintxu, y a veces cogíamos ‘el 4’ (seguro que algunos lo recuerdan) para subir por Rekalde. Me quedan imágenes bien grabadas, unas confusas, otras muy nítidas, la fuente de Iturrigorri y la plataforma de giro del autobús, la presa de Bolintxu donde se bañaba la gente (a mí no me dejaban, claro), un txakolí que no sé si era siempre el mismo o eran varios… Cuando me hice un poco mayor, ya pasé por completo del monte.

Cuando al viejillo le prejubilaron, lo primero que tuvo que hacer fue recuperarse de un soponcio; sus jefes le habían machacado durante meses para que aceptara unas condiciones bastante sangrantes, y casi no lo cuenta. Pero, una vez pasado el bache, se dedicó a lo que más le gustaba: subir al Paga acompañado de varios amigos a los que también habían retirado de la circulación.

Para allá se iba, día sí y día también, a hacer distintos recorridos, y cuando hacía mejor tiempo, de tanto en tanto, pillaba el bocata que le preparaba ama (supongo que acompañado de la bota de vino) y tiraban para el Ganeko, lo que en casa nos parecía una cosa tremenda, y nos producía cierta intranquilidad hasta que volvía. Su indumentaria montañera se limitaba al calzado, porque por lo demás iba con ropa normal, la txapela, un jersey y un abrigo en invierno, y una camisa remangada en verano.

En eso estuvo un tiempo que no podría definir, quizá un par de años. Yo en esa época estaba en otras historias muy distintas, era muy arty, moderno y amigo de jaranas nocturnas. Confieso que aborrecía todo aquello del monte, no podía soportar ver a mi padre con sus aparatosas botorras y sus calcetines gruesos yendo siempre al mismo sitio (o eso me parecía a mí) a subir cuestas y ver campas y árboles. Me resultaban ridículos sus relatos siempre cuajados de nombres como Arraiz, Arnotegi, Rompeculos… que a mí me sonaban a chino, y me parecían un absurdo adorno para hablar mucho de un único monte, que para mí era el Pagasarri… y que ni siquiera sabía muy bien dónde estaba.

Luego las cosas se torcieron, los colegas del viejo fueron pasando a mejor vida, primero uno, luego otro, y se le fueron quitando las ganas de subir. Circunstancias familiares muy dolorosas terminaron de borrar a la fuerza su afición, y ya en sus últimos años estaba sin ánimo y muy cascado para retomarla.

Y ahora, muchos años después, resulta que soy yo el que pierde el trasero cada fin de semana pensando en poder dar una vuelta por algunos de estos sitios o por otros parecidos. La vida es muy larga y da muchas más vueltas de lo que podemos pensar. Pero, eso sí, aunque ahora tengamos gore-tex y cortavientos, las botas siguen siendo bastante parecidas.

Misterios sin resolver (IV)

Es tal el éxito de nuestra sección ‘Misterios sin resolver’ que estamos sopesando un acuerdo con bwin, Reta o William Hill para organizar un sistema de apuestas. La cosa tendría así una repercusión internacional y, de paso, supondría un dinerillo extra para ibilkat, que buena falta nos hace.

Mientras esto se materializa, desvelaremos finalmente el anterior enigma, aquel extraño árbol con globitos amarillos: se trata nada menos que de una asclepias physocarpa, una especie originaria de Sudáfrica o por ahí, que atrae a las mariposas y es venenosa si se ingiere. Ahí es nada, y estaba en un
jardín privado. Tengo que decir que nadie acertó, y por mucho que busqué en la red, no hubo forma. Tuvo que venir el inigualable Manu a sacarnos de la zozobra y la duda. Es que este hombre es una sorpresa sin fin.

Ahora traemos algo más facilito. Este mamotreto de hormigón está en un lugar muy conocido por los paseantes, y seguro que hay mucha gente que lo ha visto alguna vez. Pero ¿sabe alguien de qué se trata? Nosotros, que conste, no tenemos ni idea. Y aún más. Hubo hace muchos años un proyecto descabellado de cierto negocio de hostelería, muy cerca de esta construcción. Premio al que nos informe sobre el tema.



Nuevos retos

Es notorio que en este blog dedicamos siempre especial atención al I+D+i. Y, como  hemos terminado con las historias del Camino de Santiago y el examen del GR bilbaíno, estamos ya urdiendo futuras secciones. Aquí lanzamos algunas ideas, a ver qué os parece:

a)      Formas de cruzar una alambrada Yo no sé vosotros, pero yo alguna vez ya he tenido que dar un buen rodeo para sortear alguna alambrada infranqueable. Y otras veces la he traspaso así, por las bravas, con poco estilo y algún enganchón que llevar a casa de recuerdo. Luego vemos en internet tipos que se saltan las vallas sobradísimos y con una elegancia envidiable. Seguro que algunos nos cuentan algún truco para que nada detenga nuestra marcha, y ningún cierre nos ponga en ridículo.

b)      Tipos de agujetas Esto ya es materia para médicos y fisios. Yo, como simple sufridor, me limito a constatar que las agujetas no son siempre iguales: según el perfil de la marcha que hayamos hecho, duelen unos músculos y no otros. Pongamos esto negro sobre blanco (en este caso, sobre verde) y sepamos dónde nos va a pegar el latigazo en función de qué monte subamos o bajemos. Como para una tesis.


c)      Cancionero de montaña Vale, estaremos todos de acuerdo en que el ‘Ikusi mendizaleak’ es el himno montañero por excelencia. Pero hay muchos más, esas canciones con su puntito scout y su aire ligeramente (o no tan ligeramente) patriótico, que nos hacen marcar el paso al ritmo adecuado, sin permitir que la marcha decaiga. Conozco una de esas canciones, muy bonita, y que seguro que poca gente la tiene en su repertorio. La próxima vez os la traigo.

d)    Y bueno, se admiten más sugerencias para seguir llenando entradas de blog con nuestras cosas. Que aquí somos demócratas pata negra. Hasta asamblearios, podríamos decir.

Hasta la próxima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario