jueves, 14 de julio de 2011

Las Arenas-Algorta

La bahía del Abra es la salida natural al mar de la villa de Bilbao, siguiendo el curso de la ría. Desde la segunda mitad del siglo XIX se ha ido viendo progresivamente colonizada por los núcleos urbanos más próximos, así como por las instalaciones portuarias e industriales que han generado una importante actividad económica. No obstante, el proceso de humanización, que continúa hoy en día, no ha conseguido destruir del todo la belleza natural de esta zona litoral.

Aunque el recorrido que proponemos resulta archiconocido y habitualmente frecuentado por miles de vizcainos, no nos resistimos a un paseo por el mismo borde del mar en el que, al tiempo que nos dejamos impregnar por la brisa y el salitre, procuraremos conocer algunas curiosidades de un entorno que nos es tan familiar. Un trayecto para recorrer, eso sí, evitando el verano y sus aglomeraciones.


DISTANCIA: 7,8 kms
            DESNIVEL: 50 m. (0-50)
DIFICULTAD: Ninguna 2 (2-0-0)
            ITINERARIO: lineal  Inicio: Metro Areeta  Final: Metro Bidezabal
            VIAS: Urbanas, paseo marítimo
ACCESOS: Ida: Metro Bilbao dirección Plentzia estación Areeta
                 Vuelta: Metro Bilbao estación Bidezabal
ENLACES CON Las Arenas-Santurtzi, Algorta-Larrabasterra
            Más información:
            Guía Cartográfica de Bizkaia mapas 14-7
            http://getxo.callejero.net/
            Sobre el Puerto Viejo:
                         



            Como la descripción es un poco larga, dividimos le entrada en varios epígrafes.

                                                                                         Las Arenas
Puente Colgante

Iniciamos la marcha en la estación de Metro de Areeta, de la cual salimos cruzando la plazoleta hacia la izquierda, para seguir por la comercial y concurrida calle Mayor, hasta su final, junto a la ría. Aquí naturalmente nos encontramos con el Puente Colgante, declarado patrimonio de la Humanidad en 2.006, al que dedicaremos más atención en una ruta posterior. A la sombra de la colosal construcción, recientemente coloreada en ‘vena rojo Somorrostro’, nos encontramos junto a la ría de Bilbao, en este punto ancha y caudalosa, muy próxima a su desembocadura. Enfrente tenemos el bonito paseo de Churruca en Portugalete, que se prolonga por el llamado Muelle de Hierro.

Torcemos a la derecha para seguir en paralelo a la ría por el tranquilo muelle Tomás Olabarri, que en unos minutos nos lleva hacia el pequeño parque del Muelle de Churruca. Entre sus recogidos paseos y bancos, podemos ver numerosos tamarindos, árbol abundante en entornos playeros. Aquí podemos también admirar la conocida escultura que representa la lucha del hombre contra el mar, tan vinculada a la historia del Abra. El tal Evaristo de Churruca –que descansa sentado junto a un monolito, en tanto que un currela se pelea con Neptuno- fue el artífice de la eclosión del puerto de Bilbao, con la construcción de varios diques (alguno de los cuales visitaremos luego) y obras que facilitaron su navegabilidad y protección a las naves. Este parque se prolonga hasta una punta, donde puede considerarse finalizado el curso de la ría.

Playa de Las Arenas desde el parque

Estamos junto a la pequeña playa de Las Arenas, un arenal completamente urbano que, aunque ahora se encuentra en un estado de conservación relativamente aceptable, ha sufrido durante décadas el castigo de la contaminación generada por la actividad portuaria e industrial. Rodeamos la playa y nos adentramos ya por el paseo marítimo de Arriluze, un tramo de más de 1 km. casi recto, dotado de bidegorri y petado de gente en días de buen tiempo. Pasamos en primer lugar junto a los pantalanes del club marítimo y continuamos junto a sucesivos palacetes y mansiones de aire inglés, algunos un tanto desvencijados, y varios de ellos debidos al famoso arquitecto Manuel Smith. Hacia el mar, contemplamos algunos viejos embarcaderos, con Santurtzi y el Serantes como magnífico telón de fondo.

Arriluze y faro de Algorta

Llegamos así al final de este tramo, teniendo de frente la minúscula playa de Arriluze o de la Bola, con una rampa para pequeñas embarcaciones. Los edificios finalizan en una casa con torreón cilíndrico, y tras ella hay un pequeño parque (con una fuente sobre la horrenda escultura de una cabeza) lindante con la avenida de Zugazarte. Seguimos ahora hacia la izquierda, siempre pegados a la lámina de agua y paralelos a la carretera. A nuestra derecha contemplamos los más impresionantes edificios de Neguri, varios de ellos también con la firma del citado Smith. En ellos destaca el palacio Lezama-Leguizamón, tras la franja verde de la llamada ‘campa de oro’ (supongo que motivos obvios), en la que hay instalados bancos y juegos infantiles. Si echamos la vista al sur, la zona despejada de edificios nos permite divisar al fondo, con toda claridad, la cordillera del Pagasari y el Ganeko.

Paseo hacia Arriluze
 Nos dirigimos hacia el pequeño y coqueto faro de Arriluze, junto al que en marea baja podemos apreciar una pequeña rasa mareal que precisamente da nombre a la zona. En este edificio se ubican algunos servicios de salvamento marítimo. Justo después, junto a una rotonda de la carretera, tenemos a la derecha la curiosa edificación de Punta Begoña, con sus extrañas galerías, donde se pretendía instalar un hotel.

Aquí arranca el contramuelle de Algorta, un espigón de 1 km. de longitud que se interna en la bahía para cerrar la bocana del puerto frente al dique de Santurtzi. Hasta finales de los 70 o principios de los 80 en este punto se situaba una gran grúa, con sus mecanismos y raíles, en recuerdo de la cual existe ahora un mosaico adherido al muro del muelle. Aunque podríamos ahorrarnos un trozo de camino y seguir adelante hacia Ereaga, merece la pena recorrer este largo espigón, en el que está incrustado más de un siglo de vientos marinos y de historia de Bizkaia.

La construcción del moderno puerto deportivo de Getxo –ahora ampliado para el atraque de cruceros-, con sus establecimientos hosteleros y servicios vinculados a los deportes náuticos, ha restado emoción al recorrido; antiguamente, nada más iniciar el camino se podía uno sentir caminar sobre las aguas por una estrecha y vulnerable vía, rodeado a izquierda y derecha por el mar. Ahora, esta sensación sólo es posible en el tramo más alejado, una vez superadas las citadas instalaciones.

Faro de Algorta y el Serantes
Aun así, disfrutamos de inmejorables vistas. Por la izquierda (sur) tenemos lo que antaño se conocía como el Abra, es decir, el estuario de la ría, limitado en una orilla por el paseo que acabamos de recorrer desde Las Arenas, y en la otra, por Portugalete y Santurtzi, con su puerto pesquero y sus industrias portuarias, cerrandose con el gran dique hacia el que nos dirigimos. El propio rompeolas nos tapa la visión del muelle de Punta Lucero, que limita lo que se conoce como el Abra exterior. Tierra adentro, podemos observar los montes de Triano y, dominandolo todo, el Serantes.

Por cierto, aunque mucha gente no lo crea, en unas pocas millas mar adentro podemos observar grandes cetáceos y multitud de especies marinas en su medio natural. La fascinante excursión parte de Santurtzi bajo la guía de Gorka -uno de los tipos más puestos en estos temas; los detalles podeis verlos en www.verballenas.com.

Por nuestra derecha, la zona más playera y turística de Algorta que luego recorreremos y el límite de la bahía por el norte, los enormes acantilados de Punta Galea, donde el molino de Aixerrota resulta casi imposible de distinguir, rodeado de edificaciones. Por cierto, en su día existió el proyecto de cerrar también el Abra desde la orilla contraria, con otro gran dique desde La Galea, creando un gigantesco puerto que abarcaría toda la zona interior. Aún emerge en el mar un bloque de hormigón frente a Punta Lucero, como uno de los pocos vestigios de tan disparatada idea.

Los últimos metros por el contramuelle tienen un inconfundible sabor a mar, con los muros algo desvencijados por el embate de las olas, barandillas devoradas por la sal y por fin, el viejo faro donde hay un retén permanente de pescadores. En definitiva, el aire un poco decadente y cansado de todo lo que lleva decenios de contacto directo con el mar. Desde la punta podemos contemplar la entrada y salida de barcos de diferente envergadura y, con un poco de suerte, podemos coincidir con algún buque de grandes dimensiones –el ferry, hasta hace poco, algún gran gasero o incluso un crucero-, lo que resulta impresionante porque parece que podamos tocar con la mano el casco de estos gigantes.

Muelle hacia Punta Begoña

 Ereaga y Puerto Viejo

Retornamos hacia Punta Begoña, con nuevas panorámicas del litoral getxotarra, para continuar ahora hacia la izquierda por el paseo junto a la playa de Ereaga, uno de los arenales más frecuentados de Bizkaia. En la playa dejamos primero a la izquierda una hilera de bloques de hormigón cuya finalidad siempre me ha parecido un misterio, y a nuestra derecha vemos los primeros de los caserones y chalets que dominan el panorama desde el alto.  

Al pasar frente al famoso hotel Tamarises, el paseo se bifurca y seguimos por la izquierda, siempre pegados a la arena. Pasamos por delante del hotel Igeretxe, un establecimiento con aire de balneario y una ubicación especialmente privilegiada, sobre el que parece que hubiera caído una maldición: tras largos años de abandono y deterioro, funcionó más o menos normalmente durante un tiempo, para terminar de nuevo en una situación de cierre. Proseguimos por una zona ajardinada, el conocido bar La Terraza (donde se pretendía construir otro gran complejo de servicios, o sea, más hormigón) y un agradable chiringuito.

Ereaga y Puerto Viejo
Vamos terminando el recorrido playero en zona ya libre de construcciones, con el nuevo ascensor panorámico al otro lado de la carretera. Toda la ladera que vamos dejando por la derecha era antiguamente una concurrida zona de picnic, en cuyo cuidado los bañistas o excursionistas no se andaban con muchos miramientos. En marea baja podemos observar un nuevo ejemplo de flysch, semejante aunque de mayor tamaño al que antes vimos en Arriluze, flanqueando ya el acceso al Puerto Viejo. 

Este tramo, recientemente ampliado, discurre con la zona verde de Urkijobaso en la ladera de la derecha, y vistas al pequeño y entrañable puerto, donde ya sólo quedan unas pocas txalupas, que descansan en su rampa o junto a la carretera. Merece la pena detenerse un rato en este lugar, sobre cuyas peculiaridades nos ilustra muy bien el blog desdegetxo.blogspot.com arriba indicado. Podemos dirigirnos hasta el final del paseo, donde se pueden admirar los acantilados de arenisca sobre las rocas, o dar una vuelta por el encantador barrio pesquero, con sus callejuelas empedradas, sus pequeñas casas con detalles de color… o sus muy agradables bares, siempre bien surtidos de pintxos. Desde aquí las vistas sobre el Abra hacia cualquiera de sus orillas o sobre mar abierto, son inolvidables. La mejor hora: a la caída de la tarde.

VARIANTE: Si el paseo se nos ha hecho largo, podemos darlo por concluido en este punto. Cruzando hacia arriba el Puerto Viejo, salimos enseguida a la plaza de San Nicolás y en unos minutos llegamos a la estación de metro de Algorta.

Arrigunaga y fin de trayecto

Mirador de Usategi
Desde el Puerto Viejo, partiendo de un parquecillo elevado sobre la carretera, y siguiendo por el exterior de los edificios, encontramos un camino por lo alto de la ladera por el que abandonamos el barrio. A nuestra derecha podemos observar las oquedades de formas singulares que provoca la erosión sobre la roca. Este bonito paseo, poco frecuentado y peor conservado, nos lleva, bajo la terraza de una cafetería, al parque de Usategi, un pequeño recinto que, con su empedrado y sus muros, evoca la fortificación que tiempo atrás debió existir en este lugar, según las crónicas. Aquí tenemos un pequeño mirador volado que nuevamente nos ofrece soberbias vistas sobre la bahía.

Salimos del parque, siempre bordeando el mar, por otro tramo de paseo que va rodeando varias casas. A nuestros pies, un par de calas de piedras y la pequeña punta denominada Kantarepe, a donde se puede acceder por un senderillo algo peligroso que desciende por el acantilado. Desde esta poco transitada zona (nada que ver con el mogollón de Las Arenas o Ereaga) tenemos de frente el dique de Punta Lucero con su pequeño parque eólico y, en días claros, la vista se extiende hacia Castro, Santoña e incluso Cabo de Ajo.

Vamos describiendo varias curvas hasta que salimos junto a un promontorio que parece se vaya desmoronando sobre el mar, formando una larga e irregular punta rocosa, llamada San Ignacio, también conocida como ‘el submarino’. Era una formación llamativa y de gran belleza, aunque ahora ha perdido buena parte de su perfil al haberse construido una escollera.

Vista sobre Arrigunaga
Estamos ya encima de la playa de Arrigunaga, un bonito arenal al abrigo de Punta Galea, más frecuentado por gente de Algorta que por turistas, y actualmente conocido por el tema del botellón. Esta playa sufrió un progresivo deterioro como consecuencia de los vertidos de escoria procedente de las siderurgias, que las mareas arrastraban hasta aquí en forma de grandes bloques solidificados. Esto, unido al depósito de materiales extraños y la pérdida de arena por efecto de las corrientes, fue dejando el arenal descarnado y polvoriento. El abandono de estas prácticas, junto con los trabajos de regeneración realizados en los últimos años (incluida la escollera que hemos comentado) han conseguido recuperar en buena medida esta playa para el disfrute de los bañistas.

Ya en la última parte de nuestro trayecto, seguimos el camino para internarnos tras unos bloques de casas que nos ocultan la vista del litoral.

VARIANTE: Aquí tenemos a nuestra derecha la calle Kaba, que podríamos tomar para, unos metros después, desembocar en la Bajada de Arrigunaga y por ella a la derecha, acceder al centro de Algorta.

Tomamos un pequeño sendero que discurre por una laderita, hasta salir al acceso a la playa, junto a unas pistas de skate. Aquí se encontraba un pequeño edificio de donde partía un cable submarino. De las dos calles que suben, tomamos la de la izquierda (c/ Altube), con una zona verde y columpios, que ya nos conduce, en una moderada aunque larga pendiente, al núcleo urbano donde, tras pasar un par de rotondas, llegaremos finalmente a la estación de Metro de Bidezabal, punto final de la excursión.



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